Capítulo 3. La Aprendiz.


I.

-¿Por qué usás azul y verde; acaso no ves que la figura es terracota?; inquirió el maestro con cierto dejo de desdén. 

La lógica permanentemente le decía a la alumna que no era bueno para su espíritu estar aprendiendo o a golpes sin una devolución. 

Paradójicamente, ¡cómo le gustaban los desafíos cuanto más aquel vanidoso se sentaba en la silla de Zaratustra!, tremendo estímulo para hacerla mejorar; de hecho mejoraba.

-Porque el mar es azul y verde- respondió.

-¡El mar es transparente!- se rió el maestro a carcajadas.

Suficiente, dijo a sus padres que sólo terminaría el mes. 

-¡Pero mira que sos desagradecida! ¿Te conseguimos al mejor y vos te vas sin que él te eche?

- ¡Lo Mejor es enemigo de lo bueno! 

- ¡Dejáte de filosofismos estúpidos! ¿Qué creés, que es gratis haberte conseguido un lugar ahí? 

Fue inútil, los conservadores progenitores nada entendieron. 

Como era menor de edad, seguiría mientras se lo pudiera bancar.

II.

-¿No te dije que la figura es terracota? – dijo el maestro la siguiente lección.

-Yo digo que la figura es azul y verde – dijo la niña adolescente.

- ¿Soy yo tu alumno? A ver, señorita maestra, ¿de qué color pinto “esto”? – ironizó él, mostrándole un croquis inspirado en Degas.

-Lógicamente, de azul.- dijo.

-¡Qué seguridad, señorita maestra! – siguió él.

La niña adolescente miró al maestro a los ojos. 

Separó su “Hering” descolorida unos dos centímetros de la parte superior del jean gastado, dejándole ver la minúscula flor con pétalos azules que tenía tatuada.