Capítulo 5. Aprendiendo.


Aquella mañana, el hombre de traje negro se levantó irritado.

-¡Fuera, Maldita! - ¿Por qué mierda se te ocurrió aparecer ahora desgraciada? ¡Te voy a boletear! Si, es la única solución. Total, ¿quién se enterará de que fui yo? ¿Acaso alguien supo qué fue de Natalia? ¿De María Soledad? Te voy a boletear, yo no voy a perder mi prestigio ni mi calma por culpa tuya, desgraciada, ¿qué va pensar la gente? ¿Acaso un tipo como yo hay algo que no controle? ¡Yo tengo el control! ¡Tengo el control! ¡Tengo en control, carajo!

-¡Doctor! ¡Doctor! ¿Qué le sucede? ¡Cálmese!

El hombre de traje negro se había quedado dormido sobre su escritorio. Alzó la mirada. ¡Qué vergüenza! ¿Qué van a pensar de él? Pero ni loco le pregunta a la secretaria si habló. Si le pregunta le estará dando la prueba que tiene miedo. No, no. ¿Y si hubiera dicho algo para que se rían de él? ¡NO! No le preguntaría NADA.

-Doctor, usted está muy estresado, creo que no le vendría mal tomarse unas vacaciones- dijo la secretaria.

-Tiene razón- dijo- Hasta mañana.

El hombre de traje negro salió a la calle. Comenzó a caminar hacia el oeste. Vaya a saber, el poniente, el sol. Eran sus pies que se desplazaban, lo conducían. El hombre de traje negro, vencido, se dejaba llevar.

Pensar que nunca había salido antes del anochecer de la oficina. Qué rara dieciocho a la tardecita. Esa tarde, sería suya. UNA TARDE. Suya.

Guardó el reloj de pulsera en el maletín. Apagó celulares, y simplemente, caminó.

Se le dio por entrar en cada librería, y abandonarse a las contracaras de lo último. "Pucha" - se dijo. "Pepe Coloquios", "El presidente florista", "Artigas", un bombardeo de política y de historia. "Claro, pero que pelotudo, si estamos en el año del Bicentenerario", así, veía, y sonreía. "Mis letras son auténticas, estas son mercantilistas", se decía, y ese diálogo consigo no estaba vestido de nada.

Linda ciudad, Montevideo.

Cruzó la plaza Independencia. Sarandí peatonal, cada vez más bella, le recordaba a París, los reciclajes, y pensar que una década atrás, él mismo se recordaba cruzando la plaza Matriz, ya de nochecita, y aquel lugar al lado de "La Pasiva", donde había olor a orines, la plaza Zabala, la calle Alzáibar, todos esos edificios abandonados, donde los sin.nombre vivían, sin agua, sin luz, colgando la ropa cuando venían aquellos ejecutivos de importantes corporaciones, qué mamarracho que vieran eso.

Todo estaba reciclado, el hombre siempre había avizorado la Ciudad Vieja como un lugar que prometía. Geográficamente, península, mar al sur, mar al oeste, mar al norte. ¿Cómo esos tontos intendentes blancos y colorados no se daban cuenta de que era una zona geográficamente privilegiada?

Recordó, fue la primer intendencia del Frente Amplio que hizo las dos primeras cuadras de la calle Sarandí peatonal.
El hombre deambulaba sin prisa, disfrutaba de andar sin rumbo, sin tiempo, qué placer...
De repente quedó petrificado. Mirando unas obras de Gurvich, la vio.

Miró dos veces. Inconfundible, era ella. ¿Quién otra podría tener ese bendito cabello hasta la cintura? Ella, siempre con esas palestinas, o pinchos, y por supuesto, sus jeans con agujeros.

El hombre de traje negro, ya estaba vencido, y , se paró exactamente a varios metros, no sea cosa que ella se percatara que estaba allí por haberla visto. Se paró delante de una Luna de Cúneo.

-¿Ariadna?- preguntó.

-¿Perdón? - se dio vuelta ella.

-Perdoná, creo que te confundí con otra persona.

-No tiene importancia. De todos modos siempre me encantó Ariadna, y la valentía de Teseo. ¿Vos sos valiente?

-No es para que me contestes, soy Leah. Qué genio Gurvich, ¿no?

-Si.

-Un vanguardista, indudablemente.

-Si.

-Mirá, ¿ves este? ¿Ves?

A él se le descolgó una lágrima imperceptible.

-Conmigo podés llorar; no me gustan los estúpidos machitos que no lloran. ¡Como representa los pogroms! Yo también voy a hacer escenas representativas.

-¿Pero vos pintás?

-Si, bueno, pintaba. Pero ahora todos me piden obras, y ya no me queda ninguna. ¡Me las quieren comprar! Pero yo, capaz te parezco una pelotuda, pero jamás vendí un cuadro. Yo los regalo, y aunque vuelva a pintar, tampoco los pienso vender. El arte no se vende. Sino, es mierda. No te preocupes, digo por esa lágrima. Es este asunto de los dos mundos.

-¿Dos mundos?

- Si, bueno, claro, es obvio; vos son un ejecutivo, te voy a explicar. Me pasa lo mismo con mi hermano, y traté de decirle, y él tá, ya ni me molesto en decirle. Capaz quien sabe, vos sos un ejecutivo sensible. Yo voy planeando por los aires, hay días que estoy muy triste, pero otros que vuelo de alegría. Hay días que voy por la calle, y de repente, veo un chiquilín descalzo, te acordás, si, la película "La cáscara", ¿La viste? ¿Te acordás del chiquilín que paseaba por Bulevar Artigas, y era de noche, y se metía en el golf, y miraba las estrellas... ¿Te acordás cuando se subió al auto y se sintió en una nave? La cara de ese niño... Yo siempre lloro, en realidad, el momento en que más lloré fue cuando lo dijo "No mires, no quiero que veas donde vivo", bajando del auto en la parte de la rambla que hace la curva un poco después del edificio de Ott. ¿Viste que ahí hay un montón de casitas de cartón? Yo cada vez que pienso en esa película lloro. Lo que pasa es que los creadores vivimos en un mundo que no es el tuyo. No somos como ustedes. Nosotros planeamos sinusoidalmente, por eso, todos somos vulnerables. Al tocar tierra firme, nos llenamos de hastío. Es horrible. ¿Leíste La Náusea? Es eso lo que nos pasa. No sé porqué me estoy acordando de una conocida, que me contó que pudo soportar no ver la luz del sol, no hablar con nadie, me dijo que la imaginación fue la que la salvó los ocho años que estuvo en cana. La hicieron mierda. Pero ella, como estaba en el nuestro mundo, el sinusoidal, no lo sentía. Submarino, picana, la violaron, pero ella, no enloqueció. Y yo la entiendo.

-¿Decís que hay dos mundos?

-Si, y aunque no lo creas, el tuyo hace más infeliz a la gente. El nuestro no.

-¡Pero ese mundo no es verdad!

-¿Y qué importa? Lo que importa es estar bien. ¿Porqué creés que la morfina era la dueña de la vida de Juana? ¿Y qué le pasó a Prodán? No se soporta, vivir en un mundo de verdad. Yo tampoco. No soporto vivir en el mundo de verdad.

No se habían dado cuenta, y estaban en la escollera.

Poco a poco, la ciudad se preparaba para dormir, la silueta negra del cerro, mutaba en luces, luces de plata. A medida que caminaban hasta el final, el viento se hacía cada vez más fuerte.

-¡Pará, tenés piel de gallina!

-Es que no sabía que iba a venir a la escollera. No traje abrigo.

-Vení- dijo él.

-Veni, por favor...

Ella se acercó.

El se quitó el saco negro y se lo puso. La abrazó. Ella estaba temblando. El trató de envolverla. Así abrazados estuvieron en silencio. Ella se iba calmando, el calor, él quería protegerla, tan ingenua...

Se miraron a los ojos.
Entonces, él, la besó.